La primera luz sobre los edificios grises.
El vaho de los transeúntes.
Hielo en los vidrios de los autos.
Café caliente en la siguiente esquina.
El roce de toda la ciudad sobre la tierra.
Despierta a los universos.
Florece una nueva flor, muere otra.
Diminutas realidades como personas.
Una canción del pasado y un desayuno.
Todo ocurre sobre el reloj.
Translación y rotación sobre el espacio.
Las noticias en el televisor.
Entonces las épocas, las estaciones.
Van ocurriendo sin velocidad.
Las formas, las siluetas, las sombras.
Se entremezclan en nuestro despertar.
Tiempo de verano sobre las calles.
Espejismos juegan en la realidad.
Por la playa una mujer trotando.
Con la sal pegada al cuerpo.
Va dejando huellas en la arena.
Que se borran con las olas.
Mientras vuelan las gaviotas.
Entre brisas danzantes e invisibles.
Oigo los grillos furtivos al atardecer.
Sobre el primer silencio.
La brisa tibia mitiga el calor, el sudor.
Voy de turista en la cafetería.
Observando un payaso en su verdad.
Entregando un instante sobrenatural.
Cálidos faroles alumbran el lugar.
Es la poesía que respira por si sola.
Bajo aquellas piedras, las maderas.
Esas sillas esperando la ocasión.